Existen varias escalas termométricas para medir temperaturas, relativas y
absolutas.
A partir de la sensación fisiológica, es posible
hacerse una idea aproximada de la temperatura a la que se encuentra un objeto.
Pero esa apreciación directa está limitada por diferentes factores; así el
intervalo de temperaturas a lo largo del cual esto es posible es pequeño;
además, para una misma temperatura la sensación correspondiente puede variar
según se haya estado previamente en contacto con otros cuerpos más calientes o
más fríos y, por si fuera poco, no es posible expresar con precisión en forma
de cantidad los resultados de este tipo de apreciaciones subjetivas. Por ello
para medir temperaturas se recurre a los termómetros.
En todo cuerpo material la variación de la
temperatura va acompañada de la correspondiente variación de otras propiedades
medibles, de modo que a cada valor de aquella le corresponde un solo valor de
ésta. Tal es el caso de la longitud de una varilla metálica, de la resistencia
eléctrica de un metal, de la presión de un gas, del volumen de un líquido, etc.
Estas magnitudes cuya variación está ligada a la de la temperatura se denominan
propiedades termométricas, porque pueden ser empleadas en la construcción de termómetros.
Escala Celsius o centígrada
El científico sueco Anders
Celsius (1701-1744) construyó por primera vez la escala termométrica
que lleva su nombre. Eligió como puntos fijos el de fusión del hielo y el de
ebullición del agua, tras advertir que las temperaturas a las que se
verificaban tales cambios de estado eran constantes a la presión atmosférica.
Asignó al primero el valor 0 y al segundo el valor 100, con lo cual fijó el
valor del grado Celsius (°C) como la centésima parte del intervalo de
temperatura comprendido entre esos dos puntos fijos.
Para esta escala, estos valores se escriben como 100 °C y 0 °C y se leen 100 grados celsius y 0 grados celsius, respectivamente.
Escala Fahrenheit
En los países anglosajones se pueden encontrar
aún termómetros graduados en grado Fahrenheit (°F), propuesta por Gabriel
Fahrenheit en 1724. La escala Fahrenheit difiere de la Celsius tanto en los
valores asignados a los puntos fijos, como en el tamaño de los grados. En la
escala Fahrenheit
los puntos fijos son los de ebullición y fusión de una disolución de cloruro
amónico en agua. Así al primer punto fijo se le atribuye el valor 32 y al
segundo el valor 212.
Su utilización se circunscribe a los países
anglosajones y a Japón, aunque existe una marcada tendencia a la unificación de
sistemas en la escala Celsius.
Escala Kelvin o absoluta
Si bien en la vida diaria las escalas Celsius y
Fahrenheit son las más importantes, en ámbito científico se usa otra, llamada
"absoluta" o Kelvin, en honor a sir Lord Kelvin.
En la escala absoluta, al 0 °C le hace
corresponder 273,15 K,
mientras que los 100 °C
se corresponden con 373,15 K. Se ve inmediatamente que 0 K está a una
temperatura que un termómetro centígrado señalará como -273,15 °C. Dicha
temperatura se denomina "cero absoluto".
Se puede notar que las escalas Celsius y Kelvin
poseen la misma sensibilidad. Por otra parte, esta última escala considera como
punto de referencia el punto triple del agua que, bajo cierta presión, equivale
a 0.01 °C.
La escala de temperaturas adoptada por el Sistema Internacional de Unidades es
la llamada escala absoluta o Kelvin. En ella el tamaño de los grados es el
mismo que en la Celsius,
pero el cero de la escala se fija en el - 273,15 °C. Este punto
llamado cero absoluto de temperaturas
es tal que a dicha temperatura desaparece la agitación molecular, por lo que,
según el significado que la teoría cinética atribuye a la magnitud temperatura,
no tiene sentido hablar de valores inferiores a él. El cero absoluto constituye
un límite inferior natural de temperaturas, lo que hace que en la escala Kelvin
no existan temperaturas bajo cero (negativas)
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